Palíndromos y Alienígenas

Un breve análisis de “Arrival” (2016) y de las diversas preguntas antropológicas, metafísicas, y lingüísticas que la película plantea.

Poeta NY
7 min readSep 24, 2021

La película “Arrival” (titulada “La llegada” en español) no es una película más de alienígenas. Paradójicamente, a pesar de que trata de criaturas no-humanas, la película explora realidades antropológicas y metafísicas de primera categoría. ¿De qué manera están relacionados el lenguaje y la persona? ¿En qué medida es el hombre un ser temporal?

La historia comienza con una nave espacial alienígena que llega a la Tierra y que, a diferencia de lo que solemos esperar de los alienígenas, parece ser pacífica. Al llegar, ellos no hacen absolutamente nada, y simplemente se quedan en la nave sin dar muestras de violencia o enviar ningún mensaje a la humanidad. Esperan a que los humanos vayan a ellos. Poco a poco, las distintas naciones se dan cuenta de que necesitan lingüistas para ser capaces de comunicarse con los alienígenas. Entonces, el gobierno estadounidense pide a Louise Banks (Amy Adams) que logre averiguar cómo comunicarse con los recién llegados. Tras muchos intentos fallidos, Louise y otro científico — Ian Donelly (Jeremy Renner) — consiguen comunicarse, y descubren que el idioma de los alienígenas no es verbal, sino que es expresado a través de unos dibujos circulares de tinta. Los protagonistas logran meticulosamente descubrir lo que cada uno de estos símbolos significa y son capaces de dialogar con ellos.

En un momento determinado de la película, Louise habla de una hipótesis lingüística (la hipótesis de Sapir-Whorf) que básicamente defiende que cuando una persona comienza a aprender un idioma y lo interioriza y lo hace suyo, este aprendizaje reforma su cerebro y permite al individuo pensar de la misma manera que los hablantes nativos. Esta es una hipótesis muy discutible, y ciertamente muchas personas tienden a negarla. No obstante, está claro que el lenguaje de una cultura dice mucho de la sociedad que lo habla. Esto nos llevaría a una discusión muy distinta, pero basta con estudiar lenguas antiguas u otros idiomas menores de partes remotas del planeta para darse cuenta de que esto es cierto. Incluso la evolución de las lenguas tiende a ir acorde con los cambios en la sociedad y, lo que es más importante, acorde con los cambios en el individuo concreto que la conforma. Dicho esto, creo que la hipótesis de Sapir-Whorf es una interesante suposición y que es en cierta medida verídica. De hecho, no hay más que preguntar a alguien que ha logrado absorber un segundo idioma. Cuando uno emigra al extranjero y se sumerge en un idioma distinto, no solo habla en él, sino que también piensa e incluso sueña en esa lengua. En definitiva, uno acaba organizando sus ideas de acuerdo con la estructura del lenguaje y las opiniones culturales de sus hablantes, lo cual llega a mostrarse en realidades muy concretas como el humor.

Este es sin duda un tema de gran interés que requiere de un estudio mucho más detallado que un sencillo párrafo, sin embargo, no es el que principalmente quería discutir en este artículo. Volviendo a la película, esta hipótesis lingüística se hace realidad en la protagonista. Louise internaliza el lenguaje de los alienígenas y su percepción del tiempo comienza a cambiar. Y es aquí cuando la película coge ritmo y se empieza a complicar. A simple vista, el espectador puede llegar a pensar que Louise simplemente es capaz de ver el futuro, pero no es así. Va mucho más allá. Louise no tiene visiones, pues si lo fueran, estas podrían ser falsas. Pero todas ellas siempre son verídicas. Si fueran visiones, estas afectarían la toma de decisiones en el presente y se abrirían futuros alternativos totalmente incoherentes con la realidad temporal humana. Es más, si la protagonista pudiera verdaderamente ver el futuro, esto no sería más que una sencilla visión — observar los acontecimientos -, sin embargo, ella en la película es capaz de tomar decisiones dentro de las “visiones”, lo cual descarta esta suposición.

Lo que ocurre es que no se trata de visiones, sino de la realidad. Al aprender el lenguaje, Louise supera las barreras del tiempo. Ella experimenta todo el tiempo de una. Vive la vida como un instante, en el que todo se experimenta y se decide al mismo “tiempo” — o “falta de tiempo”. Esto se demuestra en una de las últimas escenas, cuando Louise puede elegir si casarse o no con Ian Donnelly. Ella sabe — no porque lo haya visto, sino porque lo ha vivido — que la hija que tendrían morirá de niña y que Ian las abandonará. Se podría decir que este conocimiento condiciona a la protagonista y que ella no es realmente libre, ya que si esa “visión” es cierta — que siempre lo son — ella no tiene elección. Pero esta es solo la impresión que la película causa en el espectador, pues no es una visión, sino que es su vida, y la está viviendo en un instante único. Sin duda esto no es fácil de comprender, pues nosotros estamos condicionados por el tiempo. La realidad atemporal supera nuestro entendimiento. Es como intentar visualizar la cuarta dimensión. Es imposible. No obstante, a pesar de que no la podemos imaginar, siempre se puede identificar, y eso es lo que ocurre en “Arrival”. Cuesta ponerse en los zapatos de la protagonista, pero aun así podemos definir en cierta medida lo que le ocurre.

De esta manera, todas aquellas escenas que desde el principio de la película parecen ser flashbacks no lo son. Son “flash forwards”. Desde nuestro punto de vista son flashes del futuro, pero para Louise son su presente. Su vida es un presente continuo. Le ocurre algo similar que al Dios de los teólogos cristianos: es un ser atemporal.

No obstante, existe una laguna en la película. Nada de lo que he explicado anteriormente es compatible con el ser humano. No por la mera biología o la experiencia empírica del tiempo, sino porque la mortalidad es incompatible con la atemporalidad. No es posible experimentar toda la vida en un presente continuo cuando la vida va a tener un final. La muerte derrumba el experimento mental que propone la película. Es una incoherencia metafísica. La atemporalidad del Dios cristiano no atenta contra la razón, pues es eterno — es un ser supernatural sin principio ni fin -, pero este no es el caso con los seres humanos. El hombre — al menos durante su vida terrena — no es capaz de trascender del tiempo, pues nace y muere — tiene un principio y está condenado a un irrevocable fin. Por definición, no se puede separar a un ser temporal y finito del tiempo.

Más allá de sus incoherencias, “Arrival” propone una maravillosa tesis a lo largo de toda la película. No solo se discute el problema de la percepción de tiempo, sino que además se asocia a una realidad lingüística que concuerda con este problema: el palíndromo. Esta es una propiedad lingüística de ciertas palabras o frases que se leen de la misma manera en ambas direcciones — de izquierda a derecha y de derecha a izquierda -, como por ejemplo la palabra “sugus”. La vida de Louise es un palíndromo. Al trascender más allá del tiempo, el pasado y el futuro se fusionan en un único presente, y no existe tal cosa como un principio o un fin. Ella lee su propia vida en ambas direcciones, y de ahí que los flashbacks se confundan con los “flash forwards”. De hecho, los alienígenas, que, al igual que Louise, viven más allá del tiempo, poseen a su vez un lenguaje palindrómico: los círculos. El círculo es la perfecta representación grafica de un palíndromo, pues carece de principio y de fin, pero al mismo tiempo conserva su carácter lineal. Es una unidad perfecta. De hecho, en la antigua Grecia existía una concepción circular del tiempo, que más tarde en la filosofía de Nietzsche se sistematizaría con el concepto de eterno retorno. Además, el nombre de la hija de Louise es un palíndromo: Hannah. E incluso la película misma es un palíndromo, ya que empieza por el final y acaba por el principio.

“Arrival” es una gran película, y sin duda muy entretenida. Evidentemente, se puede ver a distintos niveles de complejidad, y uno puede disfrutarla sin necesidad de explorarla tan a fondo. Esta es una característica crucial de una buena obra de arte, que tiene distintas capas y se puede analizar desde diferentes perspectivas y en distinta profundidad. “Arrival” muestra gracias a los alienígenas y la transformación de Louise a través del lenguaje, que en esa hipotética realidad ficticia la vida se vive de una, que la vida es un palíndromo. Este tema metafísico nos podría llevar a un análisis ético de la lección moral de la película, mas se necesitaría otro texto y una argumentación más exhaustiva. No obstante, ahora mismo, tanto después de ver la película como tras leer este breve artículo, el espectador se sigue preguntando: ¿qué es el tiempo?, ¿en qué medida se puede afirmar su relatividad?, ¿acaso se trata simplemente de una ilusión generada por las limitaciones en la manera en que percibimos el universo? Estas son preguntas que han ocupado las sabias mentes de físicos y filósofos durante muchos años y que aún quedan por resolver. ¡¿Y quién sabe si algún día alcanzaremos la solución?!

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Poeta NY
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